Si la curiosidad por aprender tuviera un límite, ese límite sería el cielo mismo. ¿Por qué? Para mirar al cielo: ¡hay que levantar la vista y abrir el corazón!
El cielo, al igual que la formación a lo largo de la vida, es infinito y prometedor.
Este blog -parte y testimonio de esta aventura de perfeccionamiento que emprendo hoy, junto a todos Uds., con esfuerzo, tesón y motivación- es el pasaporte para un viaje por la EAD con destino final: la innovación pedagógica.
Volver después de casi un año, no es tarea fácil...Y mucho menos cuando se trata de retomar con la "evaluación". Lejos de mi sentir y de mi pensar cometer autoplagio y volver a publicar algo de lo que doy fe: escribí y publiqué en agosto 2019. Muchas evaluaciones han pasado entre mis manos entre ese día y hoy ... Y permítanme declararles que hay pensamientos y reflexiones que desearía retomar. No porque ellos no hayan evolucionado sino porque -en numerosas circunstancias- ellos se han convertido en el pilar fuerte sobre el cual he continuado construyendo el edificio de la "evaluación".
¡Sí estimadas/os Colegas: no soy de las que reniegan de sus raíces ni olvidan el esfuerzo de los primeros pasos. Aprendo de las caídas y algunos golpes duelen; sin embargo todo ello forma parte del aprendizaje auténtico y autónomo, el de la auto-gestión y la proactividad; el que promueve el auto-conocimiento, la responsabilizad y el auto-control.
Lejos de un acto de negligencia, léase en estas líneas -por favor- un acto de sincero agradecimiento a aquellas/os docentes que me guiaron y me permitieron llegar hasta aquí... y que respetaron mis ritmos y mis tiempos.
Mucho se ha hablado de evaluación y se seguirá
hablando pero no por ello, se desdibuja en el horizonte de la enseñanza/aprendizaje,
la impresión que la EVALUACIÓN es la “hermanita perdida del acto pedagógico”. Y esto me hace pensar en ese poderoso poema-canción de nuestro Atahualpa Yupanqui:
"¡Hermanita perdida: vuelve a casa!" Y para volver a casa, cual luces de faros lejanos, las siguientes preguntas nos guiarán a construir juntos esta reflexión que se sustenta en interrogantes válidos, expectativas diversas y cuestionamientos
múltiples.
¿Cómo es la
evaluación que realizo con mis estudiantes?
Como en la mayoría de las respuestas que se plantean
en el ámbito de la didáctica, mi respuesta no es la excepción y me permito
pronunciarme -una vez más- declarando: Cela
dépend! Es decir: ¡Depende!
¿De qué depende? Pues bien, depende del concurso de múltiples
factores que intervienen en el acto pedagógico. Depende del momento de la evaluación, de los
objetivos previamente planteados, de los estudiantes, de los contenidos enseñados,
de la normativa institucional, de las certificaciones oficiales, de la
formación profesional; en fin, depende, depende y depende de mucho… Depende de un COVID 19 que de pronto, irrumpe en la vida del planeta Tierra e impone sus restricciones y su invisible poder sobre los ciudadanos
Sin embargo, en este marco -extremadamente exiguo para
maniobras y estrategias- considero que lo más importante es, a pesar de todo, seguir generando instrumentos evaluativos
que no pierdan ni la coherencia, ni la transparencia, ni la claridad y
explicitud que exige la propia naturaleza del acto de evaluar. Podré
realizar evaluaciones más o menos directivas; más o menos conductistas o
constructivistas pero en ninguna de ellas debe faltar, ninguno de estos tres
elementos so pena de convertir la evaluación en un acto abortivo del
aprendizaje.
Estimo que el proceso de aprendizaje no solo incluye a la
evaluación, desde el primer instante hasta el último segundo de la concepción de
cada clase (se construye desde la observación, la escucha, el intercambio
enriquecedor entre alumnas/os y docentes y desde la retroalimentación
colaborativa) sino que hoy pienso sinceramente que la evaluación tiene una característica de ubicuidad. A condición que el aprendizaje autónomo sea el motor y fuente de todo proceso evaluativo.
De esta manera, el error se convierte en una posibilidad de acierto si es razonado; las faltas son
presencias reflexivas en una co-reflexión de aprendizaje. Creo en el valor
epistémico del error y de la escritura como factor determinante en los procesos
de decisión relativos a la evaluación del conocimiento.
Estos son los principios que rigen la evaluación con
mis alumnos, principios tan flexibles como posibles de adaptarse a diversas
circunstancias pero inclaudicables respecto a su coherencia, claridad y
transparencia.
¿En qué enfoque se encuentra posicionada con el uso de las TIC para la evaluación?
Una imagen vale más que mil palabras… Las TIC marcan
el “golazo” en cuestión de evaluación: multidimensional, plurimodal y
autorregulable, las TIC permiten la proactividad del aprendizaje y la
evaluación significativamente formativa.
Algo que me pareció muy útil para dimensionar el valor de las TIC, en contexto de evaluación fue un esquema que seguramente Uds. ya conocen pero igualmente lo comparto para unificar criterios suscitar interrogantes:
Preámbulo reflexivo concluido, algunas líneas destinadas a dos interrogantes más : ¿Con qué instrumentos evaluar? ¿Para qué evaluarlos así?
Los instrumentos deben servir a quien los usa y jamás, nadie debería someterse al uso exclusivo e irreflexivo de un mismo instrumento de evaluación. Por ello, mientras más variedad de instrumentos posea un hábil obrero en su haber, mejor será su producto final. Que la evaluación sea liberadora y no castradora; que sea fuente de nuevas motivaciones y no un reservorio de frustraciones; que sea el puente para unir riberas y el torrente que todo lo arrasa...
No sé -y desconozco- con qué instrumento evaluar; sólo estoy en permanente búsqueda en función de mis estudiantes. Y en ese transitar priorizo estrategias que les permitan auto-conocerse que les facilite el proceso de ser capaces de identificar sus habilidades y limitaciones; saber cuáles son sus herramientas para alcanzar sus metas ascendiendo por la escalera de la metacognición:
Vislumbrando
las ventajas de un rediseño sinérgico, no fragmentado, holístico, colaborativo
e integrador de una sumatoria de factores, me inspiro también en las enseñanzas
de Rebeca Anijovich (cf. Webinar - Red Solidaria
de Formación , 8/9/20 ). De esas enseñanzas retengo para esta ocasión: la coherencia
con el proyecto institucional; el aporte al desarrollo del perfil del egresado y
la complejidad constitutiva en su triple dimensión: valores, competencias y
conocimientos.
¿Con qué instrumentos evaluar? ¿Para qué evaluarlos así? ¡Qué osadía la mía...! En fin, me presto al juego y aquí comparto con Uds. una atisbo de propuesta que seguramente se enriquecerá con vuestras observaciones y aportes.