De regreso a casa, el otoño me
sorprendió con sus colores ocres y dorados que contrastaban con el celeste del
cielo y el marrón de las calles. Una ligera brisa jugueteaba con las hojas que
no cesaban de caer… Y de pronto me imaginé que esas hojas -que alguna vez
embellecieron ese árbol- hoy debían caer para ceder su lugar a un nuevo ciclo
natural de la vida.
Así vi y observé, bajo un tibio
sol otoñal, mi clase memorable: con algunas hojas que aunque luminosas caían al
paso de mis reflexiones por pretender una actitud conductista (cf. “écrivez, s´il vous plaît; regardez; répétez encore une
fois, svp…”); otras, que pendían de un hilo desafiando al primer soplo de
viento cognitivista (cf. Suscribirse en línea, a un sitio francés de especialidad,
identificándose en francés) y unas -muy poquitas- que erguían orgullosas,
casi perennes porque tuvieron el talento de construir lazos significativos con
el entorno y hasta tuvieron el tino de conectarse con otras, para no morir en
el intento de la sobrevivencia áulica (cf.
Producción de micro-secuencias
dialógicas de saludos y presentación grabadas a través de videos que
compartimos en comunidad colaborativa).
Sí, estimados colegas, diseñé una
clase memorable centrada en las actividades, en el estudiante
y en un aprendizaje activo y autónomo, donde cada estudiante podía ir descubriendo
su propia motivación por la lengua y la cultura francesa y francófonas, en un
entorno enológico. De a poquito, como la savia sube desde las raíces vigorizando
cada parte de la planta, ellos iban descubriendo el sonido y melodía de la
lengua francesa, el encanto de las palabras, su mensaje y lo que late culturalmente
en cada una de ellas.
¡Sí, lo concebí, lo planifiqué, lo
intenté pulir una y otra vez… como tantas otras veces pero fue en esa clase y
sólo en esa, construida en tiempo presente, que se generó una propuesta
que conmovió al estudiante! ¿Por qué en esa y no en otras? ¿Qué hice de más,
qué puse de menos para CON-MOVER? Con-mover es decir: mover, movilizar a alguien con la ayuda de algo. ¿Con la ayuda de qué teoría logré ese día con-mover a mis estudiantes? Como se los comentaba anteriormente: “no lo sé”
y tiendo a pensar que no es la elección de tal o cual teoría lo que garantiza
el éxito de una clase, sino el desafiante juego estratégico de la selección permanente
y actualizada de diversos recursos y herramientas que nos permiten satisfacer las
expectativas y estilos de aprendizaje de nuestros estudiantes, sumado a otros
factores de orden pragmático y del orden afectivo-emocional de cada propuesta.
Antiguamente en la época de los conductistas, ellos sólo contaban en su época, con la base de la propia teoría del conductismo; pero hoy, tiempos después y en pleno siglo XXI, en la era de las competencias y del naciente conectivismo contamos con mayores posibilidades, más teorías, mayores cruces de paradigmas y de reflexiones teóricas productos de la evolución y de la historia de la humanidad. Por ende, mayores oportunidades de acertar -o de equivocarnos- en nuestras elecciones didácticas.
Para mi primera clase del 2020 o del 2025, seguramente no haré lo mismo -de hecho,
al igual que Uds. rara vez hacemos dos veces lo mismo-. Me gustaría llegar y sorprender a mis estudiantes con un desayuno de bienvenida a la francesa; me gustaría -como Merli-, hacerlos
salir del aula y subirlos a un avión con destino final: Paris; me gustaría que
sean felices en lo que hayan elegido ser! pero aunque no pueda llevarlos a Paris,
Paris deberá venir a ellos a través de la virtualidad o la realidad aumentada; y aunque no pueda construir
su felicidad, no cesaré de buscar para ellos “objetos culturalmente poderosos” portadores
de esperanza en las esperanzas.
Un día, mi madre, sabia mujer y
docente poderosa al mejor estilo Maggio, me dijo cuando yo estaba viviendo en
el hemisferio norte, con cierta nostalgia por mi Mendoza querida: “Hija, nunca
olvides que por cada hoja que allí caiga en otoño, en alguna parte, por
misterio de la vida, se abre, en primavera, una nueva flor…”
Hoy, al ver caer las hojas del
otoño en Mendoza, siento los aromas de los cerezos y almendros en flor, al
borde del Sena…y esto me relaja y me ayuda a soñar en perspectiva, con una clase poderosa, junto a Uds. y gracias a Uds.
Que decirte María Marta, un placer leerte y no sabés lo expectante que aguardo cada una de tus publicaciones ya que me sorprendés gratamente. Un lujo acompañarte.
ResponderBorrarGracias por compartirnos esa reflexión tan bella de tu madre. Me llevo palabras, sensaciones y emociones de tu blog. Salí enriquecida.
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